domingo, 23 de marzo de 2014

FÁBULAS: LITERATURA ANTIGUA


EL ORO Y LAS RATAS
(fábula india)



Había una vez un rico mercader que, a punto de hacer un largo viaje, tomó sus precauciones.
Antes de partir quiso asegurarse de que su fortuna en lingotes de oro estaría a buen recaudo y se la confió a quien creía un buen amigo.
Pasó el tiempo, el viajero volvió y lo primero que hizo fue ir a recuperar su fortuna. Pero le esperaba una gran sorpresa.
-¡Malas noticias! -anunció el amigo-. Guardé tus lingotes en un cofre bajo siete llaves sin saber que en mi casa había ratas. ¿Te imaginas lo que pasó?
-No lo imagino -repuso el mercader. -Las ratas agujerearon el cofre y se comieron el oro. ¡Esos animales son capaces de devorarlo todo!
-¡Qué desgracia! -se lamentó el mercader-. Estoy completamente arruinado, pero no te sientas culpable, ¡todo ha sido por causa de esa plaga!
Sin demostrar sospecha alguna, antes de marcharse invitó al amigo a comer en su casa al día siguiente.
Pero, después de despedirse, visitó el establo y, sin que lo vieran, se llevó el mejor caballo que encontró. Cuando llegó a su casa ocultó al animal en los fondos.
Al día siguiente, el convidado llegó con cara de disgusto.
-Perdona mi mal humor -dijo-, pero acabo de sufrir una gran pérdida: desapareció el mejor de mis caballos.
-Lo busqué por el campo y el bosque pero se lo ha tragado la tierra. -¿Es posible? -dijo el mercader simulando inocencia-. ¿No se lo habrá llevado la lechuza?
-¿Qué dices? -Casualmente anoche, a la luz de la luna, vi volar una lechuza llevando entre sus patas un hermoso caballo. -¡Qué tontería! -se enojó el otro. ¡Dónde se ha visto, un ave que no pesa nada, alzarse con una bestia de cientos de kilos!
-Todo es posible -señaló el mercader-. En un pueblo donde las ratas comen oro, ¿por qué te asombra que las lechuzas roben caballos?
El mal amigo, rojo de vergüenza, confesó que había mentido. El oro volvió a su dueño y el caballo a su establo. Hubo disculpas y perdón.

MORALEJA: Y hubo un tramposo que supo lo que es caer en su propia trampa.


EL LABRADOR Y SUS HIJOS
(fábula de Esopo)

Una vez, un Anciano Labrador tenía varios hijos, pero por causas del destino, se enemistaron. Así, que para  para darles una lección y unirlos, hizo un plan muy bien elaborado. Al día siguiente, los llamó y les dijo que trajeran una porción de varas para ser atadas a un solo fajo, y, que cada uno de ellos intente romperlas, sin antes decirles:
"Hijos míos, quiero que sepan que dejaré toda mi Herencia a aquel que pueda quebrar este fajo."


Al oír esto, los Hijos del Labrador intentaron romper dicho fajo apoyando este sobre sus rodillas sin embargo, todo esfuerzo fue en vano. El padre, intentando su turno, sacó una por una las varas, y las quebró fácilmente. Sus Hijos, observando tal acción dijeron:
"No es justo padre, así también podríamos haberlo hecho nosotros."
El Padre, les respondió:
"Esta lección Hijos míos, es la mejor herencia que les dejo, y deben pensar en ella, ya que ustedes son como estas varas. Si están unidos por el amor fraterno, serán fuertes e invencibles, pero si están separados, cualquiera los vencerá."

MORALEJA: La unión, hace la fuerza.

LA SOSPECHA
(Lie Zi)

Un hombre perdió su hacha y sospechó del hijo de su vecino. Observó la manera de caminar del muchacho: exactamente como un ladrón. Observó la expresión del joven: como la de un ladrón. Observó también su forma de hablar: igual a la de un ladrón. En fin, todos sus gestos y acciones lo denunciaban culpable del hurto.
Pero más tarde encontró su hacha en un valle. Y después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos los gestos y acciones del muchacho parecían muy diferentes de los de un ladrón.


REFLEXIÓN: Todo entra por los ojos, enuncia un dicho; el problema es cuando nuestro ojo se vuelve medio para enjuiciar a otros, guiados por las apariencias; y aunque en algunos casos sea clara la situación personal de otro (robo, prostitución, homicidio, embriaguez…) no debemos argumentar de lo que no nos consta. La autoridad y el dictamen de las cosas lo tiene quien ha cultivado una gran experiencia en la vida, acompañado de valores y principios morales altos. Incluso así solo Dios es juez justo.

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